
Conoce la historia de Paco y su vocación de servicio que no se toma vacaciones durante el coronavirus.
Además del temor, la angustia y la crisis que genera la emergencia sanitaria internacional, en estos tiempos también encontramos muchas historias de gente común que hace cosas por otras personas. Se trata de pequeñas grandes acciones que cada uno puede hacer desde el lugar que tenga, incluso sin salir de casa. La idea es poder contribuir y ser solidarios ya que con nuestro granito de arena ayudamos a que otros puedan sentir que hay alguien que del otro lado lo escucha y está pensando en la necesidad para robarle, tal vez, una sonrisa en medio de la tristeza.
Una de estas personas solidarias es Francisco Javier López (61), un enfermero que desde hace 33 años atiende en forma gratuita en El Valle de Traslasierra, una región geográfica natural de la provincia de Córdoba ubicada al oeste de las Sierras Grandes y al este de las Sierras Occidentales. Particularmente, Paco, como lo conocen casi todos, presta servicio en La Población, una zona tradicional donde se encuentran las localidades de Yacanto y de San Javier.

Paco y la vocación de servicio
“Ser enfermero es una palabra amplia, para mí significa estar siempre dispuesto para la gente y con vocación de servicio”, expresa Paco a Lado H.
Paco trabaja en el dispensario de su pueblo vacunando a los niños y a los adultos mayores. Además, hace suturas y hasta atendió partos domiciliarios cuando en la zona no había ambulancias para trasladar a los pacientes.

Cuando se trata de prestar servicios en el llano, suele trasladarse en auto o en moto y algunas veces va caminando. Sin embargo, cuando la misión consiste en ir a la sierra lo hace a caballo. Y su noble tarea no se toma descanso.
Cinco horas a caballo
Paco arranca a las 7.30hs. Se dirige al dispensario y recoge una conservadora con los anticongelantes para trasladar las vacunas sin que se corte la cadena de frio. Sale camino a la montaña y, por lo general, lo acompaña una estudiante de Tercer Año de Enfermería, Rocío Cabrera, a quien hace un tiempo que viene capacitando para desarrollar su trabajo. Arriba del caballo Paco viaja cinco horas entre ida y vuelta.

“Yo les aconsejo que se queden en sus casas”
“Hace muchos años que me conocen y siempre trato de darles una mano en lo que sea necesario. A veces, tengo que hacer suturas a algunas personas que tienen cortes que se pudieron hacer con hachas o con machetes sin necesidad de tener que trasladarlos al hospital que está a unos 25 kilómetros”.
Paco cuenta que el vínculo con los adultos mayores es muy bueno porque ellos lo comprenden y él los ayuda. «Los mimo un poco, los hago reír, les hago una broma que muchas veces la necesitan. Cuando me preguntan si están bien de la herida, yo les digo que muy bien y que al sábado siguiente voy a pasar a buscarlos para ir al baile», dice, entre risas.
Cada vez que vuelve a su casa en caballo, tras pasar un día en la sierra, Paco siente que el deber está cumplido por haberles brindando la asistencia domiciliaria que tanto necesitan, más aún en época de aislamiento.
“En estos momentos en donde se vive un gran estrés y mucha preocupación, yo les aconsejo que se queden en sus casas. Con un simple gesto o escuchando sus anécdotas para ellos, muchas veces, es suficiente», finaliza.
