Sistema B: “La vieja economía se llevó puesto un planeta”

En el marco de la celebración por los diez años de Sistema B en Argentina, el movimiento global de empresas con propósito hace un llamado a acelerar el impacto. “Tenemos que repensar los modelos de negocio, apostar a los aquellos que no consuman sociedad y ambiente”, expresaban sus representantes en un encuentro para periodistas.

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Sistema B, la organización sin fines de lucro que promueve a las empresas con propósito, está celebrando su décimo aniversario en la región. En 2012 Juan Pablo Larenas, Gonzalo Muñoz, María Emilia Correa y Pedro Tarak se unieron con el propósito de crear un ecosistema de empresas y actores económicos en la región para unir fuerzas y capacidades para dar solución a los problemas sociales y ambientales más urgentes.

“Cuando nos juntamos hace 10 años, coincidimos en que estaba surgiendo un nuevo capitalismo y que era necesario cambiar el ADN de las empresas. Era importante que los principales actores del mercado replanteen su modelo económico y evalúen la mejor manera de incorporar formas e instrumentos que colaboren con las necesidades de la sociedad y el medio ambiente y que había que ayudarlas para ser mejores no sólo en los negocios, sino para las personas y la naturaleza”, comentaba Tarak.

A partir de este objetivo conjunto, decidieron traer el Movimiento B a la región, iniciativa creada en el 2006 por B Lab, una organización internacional con origen en EE.UU., que promueve una economía inclusiva, equitativa y regenerativa, a través de la certificación de Empresas B. Así, fundaron Sistema B con el propósito de extender la certificación y este ecosistema de triple impacto a toda América Latina y Caribe. La organización tiene como misión construir ecosistemas favorables para un mercado que resuelva problemas sociales y ambientales, trabajando con todos los actores del mercado: empresas, inversionistas, académicos, abogados y el estado.

A la vez, esta certificación reconoce a las compañías que se comprometen a transitar un camino de triple impacto (económico, social y ambiental) y mejora continua. Las Empresas B son un ejemplo de que es posible hacer buenos negocios, mientras se crea valor positivo para las personas y el medio ambiente.

Cecilia Peluso, Co-presidente de Sistema B Argentina

¿Cómo certificar?

El proceso para certificar como Empresa B inicia con la Evaluación de Impacto B, que mide la gestión integral del negocio, considerando el impacto en 5 ejes: gobernanza, comunidad, trabajadores, medio ambiente y clientes. Quienes logren alcanzar el puntaje mínimo requerido y atraviesen las instancias de verificación, obtienen la Certificación de Empresa B.  La misma tiene una duración de tres años y es renovable. Más que un sello de perfección constituye un compromiso de mejora continua y una nueva manera de hacer negocios.

Diez años después, los desafíos ya no son los mismos

Hoy, 10 años después, el Movimiento B está presente en más de 18 países de la región. De las 5500 Empresas B que hay en el mundo, más de 900 están en Latinoamérica y, juntas, facturan 63 billones de dólares y emplean a 120 mil personas. En Argentina ya hay 186 empresas certificadas y más de 45.000 empresas se midieron a través de la Evaluación de Impacto B (BIA por sus siglas en inglés) en la región. Son empresas que se comprometen a llevar altos estándares de transparencia, responsabilidad y mejora continua. 

Pero no es suficiente. “Hay que acelerar porque no nos queda tiempo”, enfatizaban desde la organización. “Sistema B tiene la responsabilidad de ser parte de la solución de los principales desafíos sociales y ambientales acelerando la transición del sector privado hacia una economía más regenerativa, inclusiva y equitativa”, comentaba Cecilia Peluso, Co-presidente de Sistema B Argentina.

Pedro Friedrich, Co-presidente de Sistema B en Argentina

Por su parte, Pedro Friedrich, Co-presidente de Sistema B en Argentina, planteaba: “El mundo era otro cuando surgió Sistema B”. Y llama a los distintos actores a aumentar los esfuerzos para dar respuesta a los problemas ambientales y sociales a gran escala, teniendo las empresas un rol protagónico.

“Aún con todos los esfuerzos de gobiernos locales, nacionales, organismos multilaterales, RSE y organizaciones sociales, la crisis se ha profundizado. ¿Qué sentido tiene una economía que crece financieramente, pero, por su misma naturaleza, aumenta la inequidad, acaba los recursos de la tierra y profundiza la exclusión de las personas? A la fecha 80% de los bosques nativos del mundo han desaparecido. Cada año se desperdician 1300 millones de toneladas de alimentos, mientras que 2 millones de personas sufren hambre. Ya no alcanza con la sustentabilidad, el camino es la regeneración”, sentenciaba. “Tenemos que empezar a considerar nuestras emociones, ponernos en marcha, tener en cuenta a las futuras generaciones”.

“La vieja economía se llevó puesta un planeta”, seguía Friedrich. “Como empresarios, tenemos que tener el valor de salirnos de esa economía y crear la nueva; hay que repensar los modelos de negocio, migrar a aquellos que no consuman sociedad y ambiente. La nueva economía es un mercado emergente, recién está todo por hacerse. Pero para eso tenemos que ser valientes”.

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